
Especialistas conversan de forma extensa sobre sus visiones en torno a un tema.
El inminente peligro de sectas que reclutan a través de redes sociales
La periodista Verónica Foxley ha dedicado gran parte de su carrera a la crónica policial trabajando en medios de comunicación, y en los últimos años se ha enfocado en investigar de forma independiente crímenes cometidos dentro de sectas. Su primer acercamiento a este mundo fue con la Secta de Pirque que enterró de forma ilegal el cuerpo sin vida de Jocelyn Rivas después de haber dado a luz, pero fue a través de su exhaustivo trabajo sobre Antares de la Luz y el asesinato de un recién nacido en Colliguay que comenzó a identificar los patrones comunes que definen a estos grupos: manipulación, sumisión, y una alarmante capacidad para adaptar sus estrategias de captación de miembros. En esta conversación, Foxley revela cómo las sectas actuales no están extintas ni dormidas, sino que se disfrazan para logran captar adeptos a través de redes sociales. En este sentido, advierte sobre la falta de regulación en Chile y el vacío legal que permite que estos grupos pongan en riesgo a cientos de personas online.
Experto en educación explica que el sistema educativo reproduce a la sociedad en vez de cambiarla
Las ideas de que la educación es la clave para el progreso y que la meritocracia premia el esfuerzo están arraigadas en Chile. Sin embargo, Pablo Lillo, Doctor en Sociología de la Educación e investigador académico, señala que estas creencias son un mito. Según explica en entrevista con Pixel25, Lillo argumenta que pruebas estandarizadas como la PAES no miden el verdadero potencial del estudiantado, ya que están sesgadas por una realidad social y cultural que favorece a las élites. Además, el académico indica que, incluso cuando algunos estudiantes de élite no logran cumplir los altos puntajes requeridos, existen alternativas que les permiten ingresar igualmente a carreras prestigiosas. Es lo que él describe como «escuelas refugio», instituciones que ofrecen alternativas diseñadas para salvaguardar a este tipo de estudiantes, asegurando la continuidad de su posición privilegiada. De esta forma, la educación superior en Chile no reduciría las desigualdades, sino que perpetuaría las diferencias sociales y económicas, dejando poco espacio para la movilidad social.