Después de que el fin del mundo anunciado en 2012 no ocurrió, Verónica Foxley relata que, mientras trabajaba en Revista Cosas solía pasar veladas completas explorando sitios web y redes sociales con el afán de obtener información acerca de la secta a cargo de Ramón Gustavo Castillo Gaete (Antares de la Luz). Sin embargo, la noche en la que soñó con el gurú de Colliguay la marcó hasta un punto de no retorno: a la mañana siguiente decidió que tenía que escribir un libro sobre el caso.
Decidida a profundizar en la historia que la obsesionó, Foxley tomó su auto y se dirigió a Colliguay. Tuvo que incluso pagarles a arrieros para poder llegar al fundo donde ocurrió el asesinato del bebé, ya que ella “necesitaba ver el lugar, sentirlo, reconstruirlo en imágenes”, recuerda.
A medida que avanzaba en su investigación, descubrió que los miembros de la secta no eran marginados sociales, sino personas con educación y estabilidad económica que, bajo la influencia de un líder carismático y el uso de sustancias alucinógenas, fueron manipulados hasta cometer actos atroces. Cinco gotas de sangre: la historia íntima de Antares de la Luz y la secta de Colliguay tuvo tal relevancia en la escena true crime chilena, al punto de que Foxley fue invitada a participar al documental cinematográfico Antares de la Luz: La secta del fin del mundo, producido por Fábula y disponible en Netflix.
Más allá del impacto mediático de un caso que incluso llegó a la famosa plataforma de streaming —conmocionando a la sociedad por el asesinato de un infante considerado el anticristo—, Foxley explica que es realmente perturbador y desesperante comprender el papel crucial que juegan las redes sociales en la captación y expansión de las sectas en la actualidad.
Foxley recuerda una anécdota inquietante: mientras investigaba la secta de Antares, dio «like» por error a una de sus publicaciones en Facebook. Se dio cuenta porque un colega la contactó, convencido de que ella misma era parte del grupo. Este episodio refleja cómo, en la era digital, el periodismo y las redes sociales están más entrelazados que nunca.
En exclusiva para Pixel25, Foxley advierte que las sectas no son cosa del pasado, al contrario, nunca han estado tan cerca. Hoy en día, con el impacto disruptivo que han generado las redes sociales un simple clic puede abrir la puerta a un mundo del que pocas personas logran escapar.
LAS SECTAS EN LA ERA DIGITAL: NUEVAS FORMAS DE CAPTACIÓN Y MANIPULACIÓN
Foxley advierte que las sectas han evolucionado. Adoptan nuevas formas para atraer adeptos de manera camuflada: ya no operan exclusivamente en comunidades aisladas, sino que se presentan con disfraces modernos, como talleres de autoayuda, retiros espirituales, e incluso empresas que se disfrazan de coaching.
Según la autora de Cinco gotas de sangre, las redes sociales desempeñan un papel clave en este proceso ya que Internet se ha convertido en un espacio donde todos estamos expuestos, lo que facilita el acceso a personas susceptibles de ser captadas. A través de estas plataformas, las sectas crean entornos atractivos con imágenes y publicidad llamativa y, a partir de ahí, establecen conexiones directas a través de mensajes personales, iniciando un proceso de acercamiento y manipulación.
“Empiezan las conversaciones entre los organizadores con la persona que está en la red social, y poco a poco le van sacando información. Y van descubriendo si es una persona vulnerable, si tiene fracturas emocionales, si su familia está bien constituida, si fue abandonada. Van obteniendo información. Y a partir de esa información le van ofreciendo una vida nueva”, argumenta Foxley.
Para la periodista, la interconexión del mundo digital y el acceso instantáneo a la información facilitan el proceso captación. Explica que, por ejemplo, recientemente cuando la NASA desclasificó archivos sobre la aparición de ovnis, la noticia generó un gran impacto en la opinión pública, lo que llevó a muchos creyentes a ser rápidamente reclutados, a través de redes sociales, por grupos que promueven la supuesta llegada inminente de extraterrestres.
Este fenómeno sugiere que las personas ya predispuestas a ciertas creencias tienen mayor facilidad para integrarse en ciertos grupos que a simple vista no parecen representar una amenaza. Bajo esta misma dinámica, Foxley explica que las redes sociales y otras tecnologías actuales no sólo facilitan el proceso de captación, sino que también lo aceleran. Subraya que incluso algunos partidos políticos de extremos y radicales emplean tácticas similares en redes sociales para ejercer un control que, en muchos aspectos, recuerda al de las sectas.
El verdadero problema, agrega la autora, es que las redes sociales no sólo permiten la captación de miembros, sino que también refuerzan los mensajes de estos grupos. “Si buscas contenido sobre espiritualidad en YouTube, pronto recibirás recomendaciones sobre gurús y movimientos similares”, comenta. Este refuerzo algorítmico hace más difícil que las potenciales víctimas puedan escapar del círculo de manipulación.
SIN DENUNCIAS FORMALES ES DIFÍCIL INTERVENIR
Después de que el documental sobre Antares de la Luz se estrenara en Netflix, Foxley recibió múltiples correos y mensajes por redes sociales. Se encontró con cuatro denuncias puntuales que ella define como “casos potentes”.
Una de ellas provenía de una secta que aún sigue operando. Con esta información en mano, la periodista llamó a la PDI, entregó antecedentes, datos, direcciones e incluso los nombres del gurú, pero el caso no avanzó, ya que nadie se atreve a denunciar.
Foxley explica que, contrario a lo que podría pensarse, los grupos más peligrosos son los que comienzan siendo pequeños, ya que son mucho más difíciles de identificar y de regular. En las sectas más visibles y grandes, hay mayor posibilidad de saber lo que está ocurriendo al interior de ellas debido a su masividad y al hecho de que quienes están en estos grupos todavía tienen la posibilidad de vincularse con el mundo externo, como es el caso de la Cienciología: una religión que promueve la mejora espiritual a través de técnicas de autoayuda y la creencia en la superación de las limitaciones humanas, que ha sido acusada de control mental, extorsión, explotación financiera, abuso psicológico, y el uso de tácticas de intimidación contra exmiembros y críticos.
Sin embargo, desde la Cienciología las personas pueden salir del grupo, contar lo que ocurre y denunciar a la policía, pero lo que comienza como un grupo de meditación de 10-15 personas y va creciendo, es mucho más complicado, explica la periodista a Pixel25.
“Una de las denuncias que recibí era sobre un grupo que comenzó con cinco personas. Fueron a India con este gurú. Y hoy en día son más de 80, y le han entregado toda su plata. Le han entregado toda su voluntad. Han involucrado a sus familias. No hay menores de edad, por lo tanto, tampoco se puede hacer una denuncia por ese lado”, declara Foxley.
En esta secta mencionada por Foxley, al igual que ocurre en la mayoría, el líder manipula a sus seguidores a tal punto que ha logrado separar matrimonios según su conveniencia, se ha adueñado de inmuebles de miembros, y absorbe parte del sueldo de sus adeptos. Además, cada nuevo miembro debe pagar 200 mil pesos en un taller inicial de ingreso.
Mientras que en países como Francia existen regulaciones que permiten intervenir en sectas por delitos económicos, en Chile la situación es distinta porque “se supone que uno por su propia voluntad le entrega sus bienes al gurú”, advierte la periodista. Las autoridades solamente actuarán si hay una denuncia formal, dejando a muchas víctimas actuales sin posibilidad de ayuda.
EL ROL DETERMINANTE DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN LA PREVENCIÓN
Para Foxley, enfrentar la proliferación de sectas en la era digital es como estar de pie frente a un tsunami sin una ruta de escape evidente. Parte de la clave para mitigar esta amenaza, según la autora de Cinco gotas de sangre, radica en la calidad de la información y en el papel crucial que deberían desempeñar los medios de comunicación.
En YouTube se muestran videos con gente feliz, un maestro con una fachada atractiva, pero no se sabe que hay detrás; y, aunque YouTube no siempre se considera una red social, sí funciona como un poderoso canal de difusión, indica Foxley.
El problema —explica— es que el mundo digital actual está abierto, pero al mismo tiempo dirigido por algoritmos que deciden qué contenido se muestra a cada usuario: “Antes elegías si tomar un diario y leer una noticia o elegías encender la televisión… Hoy en día tú a veces ni siquiera tienes la opción de elegir. [El contenido] te aparece en tu pantalla. Entonces te saltas el acto voluntario de acceder a esa información”, señala la autora.
Uno de los casos más notorios del fenómeno señalado por Foxley es el de 7M Films, una productora que ganó notoriedad por reclutar bailarines a través de TikTok para formar parte de un grupo exclusivo, pero que, en realidad, ocultaba prácticas coercitivas y manipuladoras, con acusaciones de abuso físico y sexual incluidas. Las víctimas señalan que 7M atraía a jóvenes vulnerables al ofrecerles una sensación de pertenencia y oportunidades de éxito, con el fin de someterles a condiciones de explotación financiera.

Esta organización es gestionada por su CEO, quien, además de liderar 7M, también es pastor de Shekinah, una iglesia que ha dirigido durante décadas, lo que ha llevado a algunos a acusar a la productora de ser una extensión de la iglesia en términos de control y manipulación.
Frente a escenarios de este tipo, Foxley destaca que hoy, más que nunca, la responsabilidad editorial de los medios de comunicación es clave, señalando que una de las principales dificultades que identifica es el tratamiento sensacionalista que se da a estos temas, ya que la cobertura suele enfocarse en lo morboso, dejando de lado el análisis profundo sobre cómo operan realmente las sectas y cuáles son sus mecanismos de control mental destructivo.
“La labor educativa de los medios podría ser una herramienta fundamental para contrarrestar el poder de las redes sociales en el reclutamiento de personas”, enfatiza.
FOXLEY APUNTA A UN TRABAJO CONJUNTO ENTRE EL ESTADO, LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN, Y LAS PLATAFORMAS DE REDES SOCIALES
Las sectas han existido siempre, pero hoy poseen nuevas herramientas para crecer y capturar seguidores. Foxley advierte que mientras las redes sociales sigan siendo un terreno sin regulación y los medios prioricen el sensacionalismo sobre la educación, el problema solo empeorará. La información es una línea de defensa para no estar a merced de estos grupos, concluye.
La autora propone una reflexión: ¿Qué tan útil sería que cada vez que se publica una noticia sobre una secta, se incluye información de ayuda accesible para potenciales víctimas y familiares, como una línea telefónica de denuncia?
“Yo estoy hablando de algo super fácil. Poner un teléfono. Una “línea denuncia: si tú crees que algún familiar tuyo está involucrado en una organización coercitiva llama al 1414 por darte un número”.
Explica que este tipo de medidas, que en algunos países como Argentina han demostrado ser más eficientes, podrían marcar una diferencia real en la prevención y detección temprana de estos grupos. Sin embargo, resalta la importancia de las políticas públicas y del compromiso de las instituciones con la investigación de estos grupos.
Así, señala que las brigadas de investigación sobre sectas no deberían crearse y desaparecer “en función del rating”. Deben existir, permanecer y trabajar seriamente, sostiene, ya que, sin un esfuerzo sostenido y estructural, el problema seguirá enraizándose en la sociedad.
Por otro lado, Foxley es tajante respecto al papel de las plataformas digitales: “Son otro poder y no tienen regulación alguna”. Para la periodista, plataformas como X (antes Twitter), Facebook, Instagram, TikTok, y YouTube operan bajo lógicas comerciales que priorizan la rentabilidad sobre la verificación de la información. “Facebook está preocupado por los derechos de autor, pero si publicas información falsa, no les importa en absoluto”, denuncia.
Además, advierte que ciertos grupos con agendas ocultas han logrado insertarse en la opinión pública de manera sutil, blanqueando su imagen a través de las redes sociales y los medios.
“Existen organizaciones transnacionales que se presentan como algo distinto a lo que realmente son, amparadas por el derecho y con personalidad jurídica. Lo que antes se consideraba peligroso, hoy se vende como un camino hacia la felicidad y la riqueza”, señala. Como ejemplo, menciona el caso de NXIVM, una organización que, bajo la apariencia de un grupo de liderazgo, terminó envuelta en escándalos de abuso sexual y manipulación.
Finalmente, para Foxley, la solución no es sencilla y requiere un esfuerzo coordinado entre medios de comunicación, legisladores, plataformas digitales y la sociedad en su conjunto. “Estamos en las cavernas. En la oscuridad”, concluye, subrayando la urgencia de abordar este problema con seriedad y compromiso.
0 comentarios